Saona, una isla paradisiaca

REBECA RUIZ
Amanecemos a ritmo de bachata en República Dominicana. Hoy toca visitar una de las islas más bonitas de todo el mar Caribe. Arena blanca, aguas cristalinas y filas de palmeras a lo largo de sus costas vírgenes. Es isla Saona, situada en el Parque Natural del Este en la provincia de la Romana.

Embarcamos en un Catamarán. Y a golpe de vela navegamos por las cristalinas aguas durante un par de horas hasta llegar a la piscina más grande del mundo. Un banco de arena, situado a sólo 400metros de la costa de Saona, permite pisar fondo teniendo la sensación de estar en alta mar.

Seguimos la travesía, esta vez en lancha, y mientras bordeamos la isla llegamos a Mano Juan uno de los dos únicos pueblos pescadores que tiene Saona. Ocupado solo durante el día, el bullicio aquí es incesante. Es una isla protegida por lo que no se encuentran edificaciones más que las pequeñas cabañas de colores del pueblo que se protegen bajo las palmeras para no llamar la atención ni estropear la armonía del lugar.

Llegamos justo para la hora de comer y el buffet con comida típica ofrece pescados, arroz bananas y todo el ron que uno sea capaza de beber en cocos verdes con pajitas.

Una caseta invita a los turistas a bailar al son de ritmos caribeños. Unos sucumben al bailoteo mientras otros se decantan por la siesta, apoyados en las palmeras, y el resto prefiere seguir con la charla, coco en la mano.

Uno no puede llegar hasta aquí sin pasar un rato disfrutando del buceo. No hace falta más que unas gafas y un tubo para ver de cerca bancos de peces y especies protegidas como las tortugas o las estrellas de mar que nadan al lado del visitante sin inmutarse.

Llega la hora de partir. El catamarán hará de nuevo de transporte para devolvernos al puerto. Visitar Isla Saona es una parada obligatoria para todos los viajeros que llegan a República Dominicana bien buscando diversión, disfrutar del buceo y el paisaje o simplemente tranquilidad.